25 de noviembre de 2013

CERTEZAS


¿Qué se puede extrañar de Madryn, con tan sólo cuatro días aquí?
El azul del mar, el verde y el celeste también.
La playa infinita cuando baja la marea y el cúmulo de vegetación que permanece en la orilla, después del ir y venir eterno de las olas.
El agua limpia, fresca, que antes de depositar esas plantas en la orilla, las enreda en mis pies.
La melodía de la espuma de las olas escurriéndose en unas pequeñas piedras, desprendidas de algún acantilado, en una playa alejada, pero no tanto como para que una caminata no me permita llegar.
El viento, sus ráfagas, que invitan a pensar en inviernos cálidos, bajo el abrigo de una frazada, junto al fuego de una vieja chimenea, en un sofá de un solo cuerpo con respaldo alto, leyendo algún libro, mientras una sopa caliente espera humeante en un tazón sobre el suelo.
El viento que parece arrancar techos, torcer ramas de árboles, volar cortinas de alguna ventana olvidada abierta. De cara al viento se me viene todo lo  posible para convivir con él.
La fauna, viva, en su hábitat. Haciendo y deshaciendo sus caminos para sobrevivir. La fauna, conviviendo con su flora, en un sitio donde nada ha intervenido. El lugar que inteligentemente eligen, este humano lo agradece, porque observarla es comprimir el pecho de emoción al ver tanta vida bella que brinda este planeta.
Las anécdotas de viaje. La compañía inesperada de quien partió desde Buenos Aires igual que yo; la confusión de una de sus excursiones, para que terminemos haciéndolas juntas; su afán por hablar español; la música en las mañanas del hostel al desayunar; el resto de la gente que se va sumando, en la cocina, charlando entre comidas, bicicleta, historias de vida y consejos de viaje. Un momento de lectura al mediodía, en la hamaca paraguaya.
Volver al viejo amor que me une al mar. Lo tenía olvidado, descansando. Ha desplegado su fuerza otra vez. Porque el mar, azul y limpio como en estas latitudes, es compañía y melodía. Es camino hasta donde llega el andar; es amanecer y atardecer.
Al fin y al cabo, no sé si se extrañará Madryn, sino este nuevo eslabón en mi cadena de viajes, por el hecho mismo de ser un viaje, uno más de los tantos que he tenido y de los muchos más que vendrán. 

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