21 de diciembre de 2008

ANOCHE

Una lágrima que no deja de caer.
La imagen de un cuerpo retorciéndose entre las sábanas y la furia de no poder escapar de ellas sin dolor. Toda una alegria desecha en mil pedazos y un aguijón inyectando más sangre en la herida abierta.
El deseo de un final que no termina.
Caminó la noche, la última, la que acaba de pasar,con la lentitud de la paciencia y la bronca de la ansiedad. Ahora los ojos le arden una lágrima de fuego le quema la mejilla y el corazón hinchado de dolor, le aplasta las entrañas.
No resiste, sino por el aire que respira.

19 de diciembre de 2008

PERDIDO

Un camino de rosas
despertó una mañana,
fresco
como el porvenir que te llama.

La brisa entró por la ventana
y se llevó tu cuerpo a andar
por el camino que soñaste.

Dejaste el vaso medio lleno
medio vacío
saliste a averiguarlo.

Para investigar cada rincón
elegiste este camino.
Para quemarte y arder
para mirar al cielo y elegir.
Para perder el tiempo
con el miedo de no recuperarlo jamás.

Alcanzaste el amanecer
con tu soledad a cuestas.
El amor es tan fugaz
que pueden haber sido un sueño
los ojos que te acaban de besar.

Y giró la hora
y pasó el tiempo
y tenías miedo de volver.

Estás en busca
la brisa vino a llevarte para eso.
Estás buscando
quizá las espinas de las rosas
te hagan sangrar igual que ayer.

Está el vaso medio vacío
medio lleno
saliste a averiguarlo
al final de cuentas
vivirás para averiguarlo.

14 de noviembre de 2008

EN LA ESPERA

Cruzando esta puerta tal vez encuentre una ardilla. Estará ansiosa, corriendo de un lado a otro. Trepará los árboles y me bajará algún fruto. Yo la miraré sonriendo, divertida. Será quien me acompañe.
Detrás de esta puerta quizás encuentre cinco rayos de Sol. Y un arco iris perdido, colgando de alguna rama. Un bebé llorando, porque querrá jugar con alguien. Los bebés no son amigos de las ardillas.
Quizás esté lloviendo del otro lado de la puerta. Veo un poco de agua debajo. Es posible que haya cerca algún río.
La puerta está fría; quizá sea de noche. La Luna tal vez esté pegada del otro lado de la puerta, con sus agujeros de queso gruyere y todo. Y habrá algún astronauta allí, encendiéndola.
Detrás de esta puerta tal vez encuentre la vida resuelta. Una larga declaración, con palabras sencillas. Palabras de amor.
Escucho el llanto del bebé y los murmullos de la ardilla.
Pero no hay picaporte de este lado de la puerta.

13 de noviembre de 2008

DESEO

Con qué se mide la dulzura
cómo se escribe.
Canta su canción en voz baja
imperceptible.
Me despeina las ideas
se hace tornado.

Cómo juega la dulzura
qué apuesta al hacerlo.
Cuántos pasos da
entre la tierra y el cielo.
Qué logra.

Con qué se cuenta la dulzura
con quiénes se comparte.
Grita en la alegría
sonríe en un llanto
no se detiene.
Gatea por las ramas de un árbol.

Dónde desaparece la dulzura.
Me la imagino castigo
por se tan buena con ella.
Por esperarla.
No la merezco
mas que en un sueño eterno.

Veo las paredes mojadas de golpes
la figura sin forma que no deja sombra
la rueda que no gira
la fantasía de continuar la vigilia
la distancia al oscuro final.

Con qué se mide la dulzura
dónde termina.
Cuando será el día
en que pierda el deseo de tenerla
para al fin
sentirme vencida.

2 de noviembre de 2008

Mil pedazos

Ella no quiere estar donde está. No le gusta lo que le ha tocado. De cara al cielo, deja que el césped se mezcle con su cabello. Respira un poco de aire más puro que el habitual. Estira lejos sus brazos como para quitarlos de su cuerpo. Sí, quiere desarmarse. Y que el río se lleve sus partes, huecas, livianas. Ella quiere flotar en mil pedazos sobre esa agua marrón, que apenas logra respirar. El río le habla. Escucha al río.
Un bote viene avanzando. En él, un joven de unos veinte años, carga con fuerza un par de remos. Los lleva y trae por entre las aguas, haciendo avanzar la embarcación. El joven observa todo lo que hay al alcance de su mirada, sobre la ribera del río: unos pájaros reposando sobre uno de los muelles, los árboles frondosos meciéndose por el viento; el cuerpo tendido sobre el césped, de una joven de su edad… Esta tarde de jueves, le resulta una de las mejores en lo que va de la Primavera. Ha dejado temprano la casa en la isla y lleva recorriendo el río por más de tres horas. No necesita mucho más para completar sus espacios. Los brazos y el torso fibrosos, así como dorados por el Sol, dan cuenta del buen tiempo que dedica al aire libre que rodea la isla. De pronto recuerda que le había prometido a su madre, no regresar más tarde de las siete. Debe pegar la vuelta.
Nilda mira la hora: pasaron veintidós minutos. Coloca la mano derecha como visera sobre sus ojos. Con la otra, saluda enérgicamente. Ha divisado el bote de su hijo, que regresa demorado. Sonríe con un gesto de alivio y entra en la casa. La cocina es precaria: una heladera antigua, cuya puerta ya no cierra por si misma, sino gracias al alambre que la sujeta con un gancho a la pared. Una mesa carcomida, con dos banquetas a los costados. Una cocina a kerosene, que se trata de usar lo menos posible. Es la hora de los mates y Nilda ya ha calentado el agua y ha servido unas medias lunas frescas en la mesa. Limpia una vez más las banquetas, sacudiéndolas con un repasador viejo. Enciende la radio. El locutor anuncia la hora y comienza a sonar el último tango. Nilda sube el volumen para disfrutarlo un poco más.
Fernando hoy está muy cansado y no ha quedado conforme con la transmisión de su programa. Se quita los auriculares, dobla sus papeles y se levanta de la mesa. Luego de dejar el estudio, se asoma por la oficina de producción y lanza un “hasta mañana” entre dientes. Sale del edificio y entra en el kiosco a comprar cigarrillos. Lucho parece de mejor humor que él. Le cobra los cigarrillos, una tableta de chicles y ve irse a Fernando como una sombra. Ni siquiera lo saludó. Continúa su charla con Tali, una amiga israelí de paseo por Buenos Aires. Ella entiende un poco de español, por lo que le resulta divertido pasar el tiempo en el kiosco, un lugar tan propicio para conocer a la gente de la ciudad.
Tali decidió viajar por Sudamérica, y la Argentina es el tercer país que visita. Se armó una mochila y partió, como la mayoría de los jóvenes israelíes que terminan el ejército. Buenos Aires le resulta insoportable muchas veces, y verdaderamente exótica, otras tantas. Desde la banqueta que ocupa en este kiosco, en plena furia de la ciudad, va descubriendo miradas, sufriendo algunas voces, oliendo los suspiros. Mareada en esta confusión de cemento, ni siquiera puede odiar a Buenos Aires. La imagina chiquitita, tal como nadie se la puede imaginar, pero como seguramente lo fue. Escucha lo que dicen los que pasan por ahí, y les cree. Lo siente. Vive el sinsabor de no saber a donde irá a parar tanta furia. Le duele el callejón sin salida, aunque de a ratos se acuerda, que sólo está de paso por esta ciudad. En esos momentos en que queda suspendida, sin identificar la meta, su corazón se vuelve galope en el reflejo del asfalto. No concibe las diferencias entre los océanos, ni incluso entre las fronteras cercanas. Quiere que el dolor de no sentirse parte en ninguna parte, acabe pronto, para tomar ventaja de lo que sin duda, quede por descubrir.
A veces lo logra. Y otras tantas no. Entonces huye de Buenos Aires. Para desarmarse en mil pedazos. Y flotar.

1 de noviembre de 2008

La sombra de un cuerpo










No hay más que soledad
y una luz que no vuelve
en el miedo de no ver.

La sombra de un cuerpo.
Su olor.

Claridad para descubrir un eco
impulso para sortear lo desconocido.
Escuchar
salir de aquí
bailar en el fuego.
Jugar.

26 de octubre de 2008

EXTRAÑO SER

En algún sitio extraño ser. Respiro recuerdos a través de fosas nasales, que parecen ojos de tanto parpadear. Extraño ser camino de senderos pasados, amanecer todos los días sabiendo que no volverá el tiempo atrás.
En algún sitio extraño al inconsciente ser. Me burlo de las reglas que no quieren ser burladas, me rasco una lágrima con el corazón sangrando, antes de llorar. Sonrío cansado, de espaldas. Pienso en el hambre de volverlo a intentar.
Quizás extraño ser en las noches eternas que apagan el día, cuando el mundo se esconde en un ombligo. Hago alarde de mi ridícula esperanza con esta boca sin lengua. Seca, sin sabor. Que se cae de la cama. Bailo en la sombra sin forma de un prisma multicolor. Danzo con sudor de penas y escalofríos de Sol.
El viento, de a ratos a favor, extraña ser. El viento en contra, en cambio, golpea y suelta sus brazos cuando las rodillas no quieren caer. Brota en mi piel las heridas que nadie quiere lamer.
En algún sitio extraño ser. Mi pecho está lleno de hojas. Rayadas, secas. Y sin remedio continuo en el eterno camino, que no es.

15 de octubre de 2008

El último horizonte

Alguien, alguna vez, quiso explicar lo inexplicable. Justificar lo desmedido. Habló fuerte y proclamó que todo pasaría en poco tiempo. Inventó una semilla de vida, donde ya nada podía germinar.
Le creyeron. Ciegos frente a lo que estaban viviendo. Ignorantes. La inmensa rueda que revuelve todo, hizo que aquellos que estaban viendo dolor, lo dibujaran de normalidad.
Tomaron conciencia cuando los glaciares comenzaron a derretirse. Y vieron como se inundaban sus vanidades. Corrieron rápido por el poco camino seco que quedaba. En ocasiones, tuvieron que subirse a los techos de las casas, que se desmoronaron como la torre de un mazo de naipes.
Los más pobres, los más ricos. Los de clase media. Nadie estuvo a salvo.
Algunos pensaron que algo habían hecho para prevenirlo. Fueron los que se quedaron haciéndole frente a las tormentas, que cayeron furiosas, burlándose de las necedades. Las ramas de los árboles llovieron en seco sobre sus cabezas. Fue cuando entendieron de donde podían haber colgado su alegría, alguna vez.
Los más jóvenes, los más viejos. Los de mediana edad. Ninguno de ellos salvó el pescuezo.
En otra parte se calcinaron los pasos que ya no volvieron a repetirse. Y no hubo aves, ni mamíferos, ni peces. Allí no hubo agua, mientras algunos se ahogaron en los techos de sus casas.
Se consumieron.
Todas las mañanas, todas la tardes. Cada noche. No hubo espacio para retroceder.

22 de septiembre de 2008

ARTE

Entrar por un momento
no dejarme escapar
en la sonrisa que brilla blanca
en las manos que hacen vibrar
una canción.


Entrar por acá
por el camino que no mide las palabras
en el que ya no tengo que dudar
y no contiene más que la alegría
de poderlo lograr.

Anclar en este rincón
de noches en sábanas mojadas
por algún llanto
y tener el cuerpo que anhelo
según la ocasión.

Soñar un poco más
con el amor que llega
con el que se hace posible
con lo absurdo.
Matar la noche vacía
para que nazca una ilusión
que ruede por mi cuerpo.

Sonrisa blanca
manos de canción
reviven una ilusión ahogada
en una Primavera sin Sol.

5 de septiembre de 2008

FOTOPALABRA

Mi cuerpo desnudo, sentado sobre tu vientre, sosteniendo en un abrazo tu cuerpo, para que puedas permanecer sentado también. Y la fuerza con ambos brazos, para lograrlo.
Tu boca hundida en uno de mis pechos y el abrazo cada vez más fuerte, para que no te vayas de ahí. Levantándote la remera que aún llevabas puesta, para poder sentirte la piel, y para que sientas la piel de mis manos y mis brazos.
Nos balanceábamos y yo, inclinaba mi cabeza sobre la tuya. Seguramente en ese momento me estabas penetrando, pero no me importó. Será este instinto maternal que me invade últimamente, el que me hizo disfrutarte como un niño entre mis brazos.
Ahora es imagen eterna en la retina, como si no hubiera sido parte y tan sólo hubiera observado.



Y las palabras
siempre las palabras
para embellecer
¿o arruinarlo?
todo.

DE A DOS



La mesa ratona está próxima al balcón. La noche está calma de ruidos y de tormenta; no hay inconveniente en que una de las persianas esté abierta. La mesa es cuadrada, sin sillas. Dos platos de porcelana azul y un par de cubiertos al costado de cada uno. Dos copas de cristal sobre posavasos de puntilla broderi. Dos servilletas de tela, en color negro, dobladas sobre cada plato. En una de las esquinas de la mesa, una frapera colmada de hielo mantiene fría una botella de vino blanco. Una servilleta, negra también, cubre el cuerpo de la botella. En la esquina opuesta, una fuente plateada trata de contener debajo de su tapa, el aroma a comino y el sabor a bechamel. Dos candelabros labrados, entre medio de las copas de cristal; una vela azul en cada uno. La tenue brisa desde el balcón, hace flamear las llamas. Martina está por llegar. Tomás dejó la puerta entreabierta para que ella pueda volver a sentirse como en casa. Desde el palier llega el sonido de la puerta del ascensor que se abre. Se cierra. No se oyen pasos. Desde el balcón, Tomás enciende con el control remoto el equipo de música que está sobre el piso, cerca de la puerta de entrada. Martina volverá a escuchar la melodía de Elvis que alguna vez los enamoró y sin más, entrará.  I can’t help falling in love with you resuena entre la brisa que refresca la pequeña sala y sus ondulaciones escapan hasta el silencioso palier.
Por fin, se oyen unos pasos acercándose.

1 de septiembre de 2008

ATEMPORAL

Fuera del tiempo
una dimensión más allá.

Fuera del lugar que tapa mi sombra
aquí están las nubes y el aire que las trae
aquí está mi cuerpo tendido en el verde
de una mañana que se va.

Capaz de mirar sin edad
y escuchar sin conocer
de sonreír sin llorar
de empezar sin partir.


Una estrella roja brilla
y una nube azul
se cruza en la noche
con la mente de mis ojos
que no piensa en dónde está.

Fuera de la línea

que no sabe de volver
que divide la normalidad

7 de agosto de 2008

PENUMBRA



Qué solo está el camino dentro de aquel bosque.
Juega que no quiere ser oscuridad nunca más.
Como el deseo de despertar de un mal sueño. De la muerte.

Una luz pálida vibra entre las ramas. Y las raíces.

Un poco más acá, están los colores de las sonrisas que intentaste ser aquella tarde.
Apagabas con un sueño los torbellinos de ideas que no paraban de salir, vomitadas, desterradas de la conciencia de cajita musical.
No se ve más que la basura de los olvidos que no quieren ser.
Que entonces, en verdad, son el brillo por el que despertamos.

No se ve más que basura de la mentira que supiste ser.

Qué solo está el bosque dentro del camino.  


6 de agosto de 2008

ALEGRÍA

Llovía
era un buen augurio.
El miedo
obstáculo que vibra
se colaba por entre los latidos del corazón.
Y frente al abrazo de la despedida
no hubo más que lágrimas.


Un viaje de ida con regreso programado
pero tan infinito
como sólo el miedo a vivir un sueño lo puede ser.

La puerta del cielo se abrió
y subió a traspasarla como un ave dejando el nido.
Y en la soledad de la espera de un abrazo
sufrió su alegría por descubrir.

Llovía
y brillaba el Sol
sonriendo junto al mar
bañándose en la Luna
subiendo alguna torre
espiando al mundo
con los ojos de una nube.
Pasaron largos los minutos
que no dejaron de ser cortos en el reloj
y torció al viento con cada despertar.
Los rieles subían
las pistas traqueteaban
en los caminos angostos
la antigüedad de este mundo
los símbolos
las reliquias
la gente.

Llovía
y salía el Sol,
todo a la vez
todos los días.

Pero vivir la soledad en la espera de un abrazo
no empaña la alegría de cada día que vivió
para viajar y descubrir.

1 de agosto de 2008

Casi irreal

El 3 de Agosto, hace un año atrás, comenzaba un sueño que fue alucinante realidad durante tres meses. Gracias Zaiper por esta consigna, que trajo estas palabras.


Rodó marumba dentro de una lágrima. Después, un cielo amplísimo se abrió en derredor. Llegó la gota de sal marumba hasta dos labios. Pasó por sobre ellos, indiferente.
Marumba fue miedo a lo desconocido. Las nubes fueron marumba: todo era compacto, pleno de magia y color. El presente fue un sueño en un nuevo despertar. El pasado, marumba.
Con el correr de los días, la maravilla fue marumba al cuadrado y hoy se repite en la memoria, como una historia que vuelve a comenzar.
No hubo brillo marumba en algunos de los parajes. La sombra marumba de unos pasos, fue la que supo caminar. Como una sonrisa pesada de tanta felicidad, los abrazos marumba de una noche, y de algunos días también, completaron un ojalá de nuevos rumbos. Mares, piedras: modernos, antiquísimos. El mapa se abrió en una mano que, marumba con cada amanecer, floreció de intrigas y recovecos.


18 de julio de 2008

POR ELLA

El dado ya no girará como un trompo cuando saltés al abismo. El dado que juega con tu suerte cada vez que buscás el número que te saque del encierro. El número que gira en el dado como un trompo no será tu elección sino el destino.
No sabés buscar en el sótano de tu alma el desorden que has creado; tanto cuidado le habías puesto, que todo se encuentra ahora girando. Y el abismo parecía tu rescate, pero te colgaste para no caer, de una estaca de tinta azul. Y escribiste sus curvas en papel. Pero ahora, ni siquiera puede defenderte de su carnal recuerdo.
Y ves como el dado gira, una y mil veces buscando el número que detenga la agonía. Acariciás la barba en tu rostro y dudás acerca de la suerte que vendrá. Acariciás los besos que quedaron en tu barba, los de aquella niña de ojos grandes, que soñará con su padre estas noches que no estás.
Y dentro del silencio que anima tu salto, hay otro sonido que zumba. Los puntos del dado se han vuelto verdes y tan sólo está girando la cara que lleva el as. Su contorno se desfigura en otra figura: una radio que reparaste con un ridículo botón verde, para que pueda estar siempre encendida y transformar la melodía de tu silencio. Es tan precaria la manera en la que elegís taparlo; tan visceral la angustia que da vueltas en trompo con el dado, cada vez que pensás en saltar.
El dado ya no girará cuando caigas al abismo. Todo será blanco sin confusión. Un claro minimalismo que apacigüe la soberbia. El abismo se brindará como un living blanco. Y los dos únicos contrastes serán dos lámparas geométricas, redondas, como dos ojos morenos y atentos. Los ojos con los que ella, te solía mirar.

12 de julio de 2008

Fantasía

De pie, frente a su nueva adquisición, se preguntaba qué hacer de aquí en más.
Por lo menos tenía la sensación de haber hecho una buena compra. Un amigo se la había recomendado, por lo que era cuestión de lanzarse a la aventura de experimentarla.
Tal como recomendaba el manual, estaba enchufada y colocada en un lugar íntimo de la casa. El tamaño era de su agrado: alta como para poder apoyar la cabeza en el medio. Las ganas de empezar a usarla se le hacían cada vez más, por lo que comenzó a probar diferentes posiciones, hasta encontrar la de su agrado. Tenía la posibilidad de tres ubicaciones básicas: a) los brazos por sobre los hombros; b) por debajo de las axilas; c) cruzando un brazo por arriba y otro por abajo. Le costó decidirse, pero prefirió dejarlos por debajo de las axilas. Retiró las fundas de plástico. Una vez más admiró el color azul del suéter que los cubría.
Entre las opciones adicionales había una que permitía elegir la temperatura corporal. Le pareció bastante lógico dejarla en la sugerida de treinta y seis grados, por lo menos para un primer intento. Otra opción se intitulaba “abrazo profundo”. Si la activaba, se generarían vibraciones que simulaban los latidos de un corazón. También la programó.
Entonces presionó el botón de encendido. Los brazos de suéter azul, colocados debajo de sus axilas, se fueron acercando lentamente hasta su cuerpo y presionaron con suavidad. Sintió el calor corporal de los treinta y seis grados y su cabeza reposó gentilmente en medio de aquel aparato. Estuvo así unos minutos y sintió el ritmo y la fuerza propios del corazón de la máquina. No había motivo por el cual no sentirse contenida: era un sentido abrazo, tan vibrante y cálido como podía brindárselo cada una de las personas que deseaba que estuviesen allí.
De pie, abrazada a su nueva adquisición, el tiempo transcurrió como sostenido en una nube. Sólo su mente volvió a la tierra, cuando al respirar profundo la fantasía se cayó. Alejó su cuerpo de aquellos brazos y una pregunta volvió a su mente: qué debería hacer de aquí en más.