4 de febrero de 2010

Nada más

Fuera de lugar y mucho más allá. Una vuelta por el paraíso que se relaja y aparece en un próximo soñar.
El intento de detener el tiempo es tan frágil como la arena escurriéndose por entre medio de los dedos. Y cada instante de tiempo detenido es el cuerpo diminuto que se terminó. O que volvió al río, con el último brillo del Sol.
El tiempo no pasa ni pesa en el lugar del mundo donde se pone el Sol. Donde la calle oscura no es peligro. Donde el día despierta perezoso, secándose el rocío. El lugar del mundo del silencio para descansar. De la silla en la puerta, conversando sin más.
Detener el tiempo. El tiempo que dejé atrás. A la vuelta lo retomo en el lugar donde está. Y es tan oscuro el camino, tan quieto, que más que miedo, me quita las ganas de soñar.
Frenar el tiempo en la orilla, frente a un río o a un mar. No contar los minutos, no medir. Frenar el tiempo que quedó atrás o quizá sin pausa, hacerlo parte de este paraíso donde me da gusto estar.
Frenar el tiempo y salir a caminar. No contar las distancias, no acelerar. No adivinar lo que vendrá, ni suponer lo que no pasó. Frenar el tiempo anterior, que no hace más que condicionar el recorrido del Sol.
Frenar el tiempo y quién me ayuda a volverlo a arrancar. El regreso se torna muy pesado. El paraiso me ha endulzado tanto (aunque con silenciosa soledad) que me lleva al punto cero, bajo cero, nada más, nada de aquí en más.
Frenar el tiempo o dejarlo andar a la par de este viejo y nuevo intento de renovar.
Nada más, nada de aquí en más. Y ahí me quedo en la orilla, viendo escurrirse la arena, tan frágil, como el tiempo que se va.

1 comentario:

Katherine R. Vasquez Tarazona dijo...

Como q se cuela entre los dedos, no? El tiempo q dejamos atrás, el actual y el q vendrá.