Hoy quiero dejar plasmada mi admiración hacia un reciente jubilado. Es que al viejo le dijeron que, en la radio donde laburó casi 30 años, llegó el momento del recambio. Y él tuvo que aceptarlo, muy a su pesar, porque no todos tienen la posibilidad de disfrutar de la tarea cotidiana en su trabajo. Y entonces se desconcertó cuando ya no había vuelta atrás y los trámites estaban iniciados.
El viejo, el mío, Mario, laburó más de 30 años como operador técnico de planta transmisora en Radio Splendid y Radio La Red (Radio Excelsior, en los comienzos). Frustado su sueño de ser locutor, le metió ganas a los estudios de operador y así fue como disipó por toda la familia, esa semillita que caracteriza mi hogar, donde el sonido de una radio es tan familiar como nuestros propios sonidos. Es cierto que esta particular tarea lo mantuvo muchas horas fuera de casa. Y sus tres mujercitas se lo reprochábamos, cada vez que podíamos. Y hoy, cuando veo lo feliz que fue dedicándose más de 30 años a laburar en su sueño, se lo perdono todo.
Estos últimos años, Mario laburaba sólo en Radio La Red y con mucha alegría recibimos la noticia de que "la radio" le rendía un pequeño homenaje por su dedicada labor. Así fue como le hicieron a él y a sus compañeros recién jubilados también, una nota periodística para el diario La Nación. También tuvieron una pequeña participación en un programa de la emisora, donde salieron al aire y recibieron el cariño y respeto de parte de sus colegas de "estudio", que muy pocas veces se acuerdan de los de "planta". Yo estuve ahí, orgullosa del viejo, haciéndole el aguante. Ahí mismo supe apreciar aún más, la magia eterna de la radio. Porque escuchando como se asombraban los demás de las tareas que realizó mi viejo, y que yo me las se de memoria, comprendí lo profundo que viví la radio durante mi vida. Para mi, una radio no comienza en el aparatito en el marco de la ventana de la cocina, ni mucho menos en el estudio de radio. Tampoco en la "pecera" del operador. La radio empieza en ese descampado donde está el transmisor y la antena. Donde no hay más que una edificación con un tipo solitario adentro, velando por una transmisión "limpia". Ese tipo fue mi viejo durante más de 30 años. Y esta es su hija, que así como le reprochaba, algunas veces le pedía de ir con él a la radio, porque no se por qué, me gustaban esos aparatos raros que mi viejo sabía tan bien manejar. Y me gustaba la soledad de esos campos, al igual que hoy en día.
Y realmente creo que "La Radio" le hizo el homenaje. Porque la magia, que sin duda comienza en aquel lugar donde mi viejo laburó, envolvió su vida todos estos años y lo ha convertido en un ser ejemplar. Mucho fue por su propio mérito. Pero otro tanto lo fue, por la armonía interior con la que él trabajó.
Mis felicitaciones y mi inagotable amor para vos, papá.