La mesa ratona está
próxima al balcón. La noche está calma de ruidos y de tormenta; no hay
inconveniente en que una de las persianas esté abierta. La mesa es cuadrada,
sin sillas. Dos platos de porcelana azul y un par de cubiertos al costado de cada
uno. Dos copas de cristal sobre posavasos de puntilla broderi. Dos servilletas
de tela, en color negro, dobladas sobre cada plato. En una de las esquinas de
la mesa, una frapera colmada
de hielo mantiene fría una botella de vino blanco. Una servilleta, negra
también, cubre el cuerpo de la botella. En la esquina opuesta, una fuente
plateada trata de contener debajo de su tapa, el aroma a comino y el sabor a
bechamel. Dos candelabros labrados, entre medio de las copas de cristal; una
vela azul en cada uno. La tenue brisa desde el balcón, hace flamear las llamas.
Martina
está por llegar. Tomás dejó la puerta entreabierta para que ella pueda volver a
sentirse como en casa. Desde el palier llega el sonido de la puerta del
ascensor que se abre. Se cierra. No se oyen pasos. Desde el balcón, Tomás
enciende con el control remoto el equipo de música que está sobre el piso,
cerca de la puerta de entrada. Martina volverá a escuchar la melodía de Elvis
que alguna vez los enamoró y sin más, entrará. I
can’t help falling in love with you resuena entre la brisa
que refresca la pequeña sala y sus ondulaciones escapan hasta el silencioso
palier.
Por
fin, se oyen unos pasos acercándose.
2 comentarios:
La sensualidad de esta escena es brillante.
Y leido por vos es aún más impecable.
Que hermosa escena, Vanina! Imposible no vivirla con lo bien que la describiste.
Beso!
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