18 de julio de 2008

POR ELLA

El dado ya no girará como un trompo cuando saltés al abismo. El dado que juega con tu suerte cada vez que buscás el número que te saque del encierro. El número que gira en el dado como un trompo no será tu elección sino el destino.
No sabés buscar en el sótano de tu alma el desorden que has creado; tanto cuidado le habías puesto, que todo se encuentra ahora girando. Y el abismo parecía tu rescate, pero te colgaste para no caer, de una estaca de tinta azul. Y escribiste sus curvas en papel. Pero ahora, ni siquiera puede defenderte de su carnal recuerdo.
Y ves como el dado gira, una y mil veces buscando el número que detenga la agonía. Acariciás la barba en tu rostro y dudás acerca de la suerte que vendrá. Acariciás los besos que quedaron en tu barba, los de aquella niña de ojos grandes, que soñará con su padre estas noches que no estás.
Y dentro del silencio que anima tu salto, hay otro sonido que zumba. Los puntos del dado se han vuelto verdes y tan sólo está girando la cara que lleva el as. Su contorno se desfigura en otra figura: una radio que reparaste con un ridículo botón verde, para que pueda estar siempre encendida y transformar la melodía de tu silencio. Es tan precaria la manera en la que elegís taparlo; tan visceral la angustia que da vueltas en trompo con el dado, cada vez que pensás en saltar.
El dado ya no girará cuando caigas al abismo. Todo será blanco sin confusión. Un claro minimalismo que apacigüe la soberbia. El abismo se brindará como un living blanco. Y los dos únicos contrastes serán dos lámparas geométricas, redondas, como dos ojos morenos y atentos. Los ojos con los que ella, te solía mirar.

12 de julio de 2008

Fantasía

De pie, frente a su nueva adquisición, se preguntaba qué hacer de aquí en más.
Por lo menos tenía la sensación de haber hecho una buena compra. Un amigo se la había recomendado, por lo que era cuestión de lanzarse a la aventura de experimentarla.
Tal como recomendaba el manual, estaba enchufada y colocada en un lugar íntimo de la casa. El tamaño era de su agrado: alta como para poder apoyar la cabeza en el medio. Las ganas de empezar a usarla se le hacían cada vez más, por lo que comenzó a probar diferentes posiciones, hasta encontrar la de su agrado. Tenía la posibilidad de tres ubicaciones básicas: a) los brazos por sobre los hombros; b) por debajo de las axilas; c) cruzando un brazo por arriba y otro por abajo. Le costó decidirse, pero prefirió dejarlos por debajo de las axilas. Retiró las fundas de plástico. Una vez más admiró el color azul del suéter que los cubría.
Entre las opciones adicionales había una que permitía elegir la temperatura corporal. Le pareció bastante lógico dejarla en la sugerida de treinta y seis grados, por lo menos para un primer intento. Otra opción se intitulaba “abrazo profundo”. Si la activaba, se generarían vibraciones que simulaban los latidos de un corazón. También la programó.
Entonces presionó el botón de encendido. Los brazos de suéter azul, colocados debajo de sus axilas, se fueron acercando lentamente hasta su cuerpo y presionaron con suavidad. Sintió el calor corporal de los treinta y seis grados y su cabeza reposó gentilmente en medio de aquel aparato. Estuvo así unos minutos y sintió el ritmo y la fuerza propios del corazón de la máquina. No había motivo por el cual no sentirse contenida: era un sentido abrazo, tan vibrante y cálido como podía brindárselo cada una de las personas que deseaba que estuviesen allí.
De pie, abrazada a su nueva adquisición, el tiempo transcurrió como sostenido en una nube. Sólo su mente volvió a la tierra, cuando al respirar profundo la fantasía se cayó. Alejó su cuerpo de aquellos brazos y una pregunta volvió a su mente: qué debería hacer de aquí en más.



9 de julio de 2008

CONSTRUIR

escribiendo junto a Lu
Buscaré en sombras libertad,
aquella que supe construir
con mis manos y palabras.
Inventaré sonrisas en el aire
y soles en cada despertar
para volver a encontrarte.
Para volver…

Buscaré en sombras corazones
como faros entre tanta oscuridad.
Así disiparé las sombras
y se partirá el ancla de acero
y el camino volverá a brillar,
para dormir en nuevos brazos
cuando la noche deje de llorar.

Será mi alma ceniza de alegrías,
con alas de gaviota
volará sin mirar el pasado gris,
y qué bueno será volver a encontrarte
para poder mirarte sin llanto
en el camino que sabré construir.

Toda la esperanza en una noche infinita
se perderá en un sueño hecho realidad.
El peso de una lágrima
será el suspiro que me haga rodar
sobre tu dulce piel, que mi piel será.